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sábado, 21 de febrero de 2015

Hagámoslo

Dejemos que la tinta fluya. Dejemos que lo haga para expresar toda confusión. Miremos atrás. Añoremos mientras las finas gotas de lluvia humedecen inconscientemente el cabello suelto. Caminemos mirando al suelo con pesar, manteniendo los hombros gachos. Sintamos los huesos entumecidos mientras el pelo, ya empapado, chorrea sobre nuestros pies. Pausemos la marcha para mirar hacia arriba, extendiendo las extremidades. Pidamos perdón al cielo. Hinquémonos de rodillas sobre el suelo mojado. Supliquemos  al cielo que deje de llorar. Contémosle a la oscuridad nuestros mayores secretos. Perdamos la vista en la profundidad de la noche. Reclamemos todo lo que nos fue arrebatado. Dejémonos guiar por la rabia. Rindámonos al llanto.
Pero, no nos dejemos vencer. Levantémonos despacio. Apartemos los mechones sucios de la cara y apretemos los dientes. Dilatemos las fosas nasales y llenémonos de fuerza. Fuerza para luchar. Fuerza para combatir todas las adversidades. Dejemos que la lluvia recorra nuestro rostro, nuestro cuerpo, impregnándonos así de valor. Seamos capaces de apartarnos los mechones de la cara, de escurrirnos el cabello y aclararnos la vista. Seamos capaces de caminar erguidos, adquiriendo velocidad. Corramos pausadamente. Sintamos el viento contra el torso. Tirémonos a la hierba, demos vueltas sin cesar, soltemos carcajadas. Respiremos fuerte, recuperémonos del breve periodo de entusiasmo. Miremos hacía arriba, y observemos esa fiel mirada enmarcada por las ramas de los árboles mojados.