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sábado, 14 de diciembre de 2013

Expresiones

En vano es ilusionarse. Es mejor no tener esperanzas, no emocionarse cuando todo empieza a ir mejor. Porque a nada que te relajes un poquito, todo se volverá otra vez en tu contra. Todo eso que iba mal, pero que eras capaz de sobrellevar, se magnificará de tal manera que la única solución será cerrar todas las puertas y aislarte. Y todo eso que iba de bien a mejor descenderá hasta tocar fondo. Hasta convertirse en algo que aparentemente ignorarás, pero que en realidad te acabará por corroer totalmente, sumiéndote en la mayor desesperación bañada en frías, húmedas y tristes lágrimas.
Tu voz acabará por romperse. Tus ojos enrojecidos reflejarán tu interior. Esa mirada será capaz de inquietar a cualquiera. Tus párpados se cerrarán lentamente, para abrirse desganadamente y poder así mirar a quien tengas enfrente, y dedicarle la sonrisa más insípida que jamás se haya visto. Una sonrisa que exprese dolor y frustración.  Desgana e insatisfacción. Sumisión y aceptación. Una sonrisa que exprese la muerte en su más humano aspecto. Una sonrisa que exprese la realidad.

lunes, 9 de diciembre de 2013

¿Adorables?

Son esos días, esas noches en las que te pones a pensar, y te das cuenta de lo mucho que cambian las cosas. Intentas encontrar el elemento desencadenante de semejante cambio, pero por mucho que te esfuerces, no lo encuentras. Simplemente porque no existe ese elemento. Son cosas que están entre líneas, emociones guardadas.
Y es que es absurdo negar la realidad. Es posible omitirlo todo por un tiempo. Pero cuando vuelve a aflorar, es inevitable volverlo a ocultar. Todo se siente con mucha más fuerza. Y puedes llegar a odiarte por ello.
Y lo peor de todo es que no hay ningún elemento desencadenante al que echarle la culpa. La culpa la tenéis los dos, por ser unos capullos tan adorables. Sustituyendo adorables por tontos.
Eso es.  La culpa la tenéis los dos por ser unos capullos tan tontos.

viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Me gustas?

No sé si merece la pena sentirme tan bipolar por tu culpa. No dormir absolutamente nada durante días.  Esperar con ansia el momento en el que pueda verte, para que en el último momento me digas que no. Que luego seas tan moñoño y te hagas querer tanto, desearte tanto. Que me prometas cosas que luego puede que no sean ciertas. Que haya perdido y arriesgado tanto por ti. Que incluso tú te estés metiendo en un buen lío por todo esto. Tener miedo a amar y no amar. Tener miedo a tenerte y a no tenerte, a perderte y no perderte.
Y quiero que estes a mi lado, pero hay veces que no te entiendo, que no se si vas en serio o simplemente me vacilas porque sabes que eso me gusta. Esas veces en las que me inquietas...
Y odiarte por un segundo, hasta darme cuenta de que has sido el único que ha estado verdaderamente al lado mío en estos momentos tan difíciles, y quererte más aún por este simple hecho.
Y morirme de rabia por no poder gritar tu nombre al mundo, morirme de rabia por ser una de esas que se suelen llamar terceras personas. No porque lo sea, si no que porque eso complica la situación. 

Porque no me gusta verte indeciso cuando deseo una respuesta. 
Simplemente, porque me gustas.♡

viernes, 8 de noviembre de 2013

Iñaki (aita).

A veces deseo que esto no sea más que un simple sueño. Que esta frustrante sensación desaparezca. Pero por mucho que se desee, no hay manera de que todo vuelva a ser como antes. Nuestra vida es, más o menos (más bien menos), como la que teníamos cuando él se iba por un periodo de tiempo. Pero la diferencia es que de esos viajes, siempre volvía. Ahora en cambio, se nota su falta. Siempre se notará. Y las lágrimas acudirán. Daremos lo que fuese necesario por un abrazo suyo, uno de esos “¡abracito, abracito! Pero por mucho que se desee, no se puede conseguir algo que dejó de existir hace poco más de un mes. Su marcada personalidad nos hizo ser quienes hoy en día somos, y se lo agradecemos inmensamente. Marcó momentos de nuestras vidas, buenos y no tan buenos.
Y cada vez que me imagino cómo debió morirse, se me encoje el corazón y se me desgarra el alma, literalmente. Una fuerza sobrenatural se apodera de mí para enseñarme lo que es la rabia, y la angustia. Estoy segura de que luchó hasta el final, con todas sus fuerzas (que no eran pocas en absoluto). Pero el destino, la vida misma, no quiso dejarle seguir adelante.
Y es irónico que una rueda de repuesto lo matase. Porque él así llamaba a las ricas tortillas de patata que hace la ama. No sé a los demás, pero a mí es algo que me inquietará para siempre. El cómo juega el destino con nosotros. El cómo un día puedes perderlo todo. Porque él lo era todo.
Y sin él, mi vida dejó de tener un rumbo fijo durante un tiempo. Y sigue sin tenerlo aún, pero al menos hay momentos en los que comparto risas. Y espero que con cada una de esa risa, mi padre, allá donde esté (si es que está), sonría. Con esa misma sonrisa que se refleja en mis lágrimas cuando pienso en él.
Todos los días, por muy inocente que parezca, tengo la esperanza de que la puerta se abra, y él llegue vestido con su camisa de cuadros y sus pantalones beiges, su abrigo color camel, y su ya histórico maletín; se siente frente al ordenador para aclarar varios asuntos de su trabajo, y a continuación, se siente enfrente mío a comer. Y que después se fuese de la cocina con cualquier excusa con tal de poder volver al ordenador, para mezclar el trabajo con la montaña.
Porque él amaba la montaña. Y quién diría que después de haber pasado tres semanas en las montañas Chilenas junto con sus amigos Joxi, Andoni y tres franceses (de los cuales no conozco nombres), a poco menos de media hora de casa, la rueda de un camión, repito, la puta rueda de repuesto de un camión, impidiese que mi padre Iñaki y tres de sus amigos (Joxi, Andoni y uno de los franceses) nos contasen las peripecias del viaje, con ese entusiasmo que ponía el aita cada vez que me enseñaba las fotos de Noruega.

Pero por lo menos, nos queda algo a lo que aferrarnos: murieron después de haber disfrutado de lo que a ellos les gustaba. Y no; aunque en cierta medida esté hablando de la montaña, me refería más bien a la vida. Disfrutaron de la vida, y nos enseñaron a disfrutar de ella. Algo que ahora será un poco más difícil sin ellos, pero que con el tiempo, estoy segura que conseguiremos. Por nuestro propio bien, y en memoria de ellos.



"Bizitzaz gozatzen erakutsi diguzu Aitatxo,
eta bizitzaz gozatzen jarraituko dugu.
Beti gogoan izango zaitugu,
gure bihotzean.
Edonon, gurekin egongo zara.
Agur Aita, agur Iñaki."



"Nos has enseñado a disfrutar de la vida Papá,
y seguiremos disfrutando de la vida.
Siempre te tendremos en mente,
en nuestros corazones.
Dondequiera, estarás con nosotros.
Adiós Papá, adiós Iñaki"

miércoles, 16 de octubre de 2013

Ese lugar llamado paraíso

Una risa por aquí. Otra risa por allá. Ese amor que siento cuando pienso en ti. Eres tú la razón por la que consigo escuchar canciones románticas sin aburrirme. El que hace que mis ojos se cierren lentamente, sintiendo lo que es el paraíso. Construyendo un lugar en el que  no existen las distancias.
Y aún con los ojos cerrados, rememoro cómo besaste mi boca, cómo acariciaste cada milímetro de mi piel. Cómo me llamaste cosita al oído. Cómo hicimos el amor anoche, complaciéndonos mutuamente.
Mantengo los ojos cerrados y te pienso. Te pienso como a esa persona tan maravillosa que eres. Y de repente, siento como mi boca encuentra la tuya, cómo nuestros labios se rozan. Y me entrego totalmente a ese beso, sin abrir los ojos. Siento mi ropa impregnada de tu olor al concluir el beso, y despacito, abro los ojos. Y lo primero que veo son tus ojitos, tan dulces y bonitos. Tu rostro, iluminado por tu sonrisa. Y suspiro feliz. Ahora te tengo a mi lado, ya no te añoro desesperadamente como lo hice una vez. porque sé que ahora, tú y yo estaremos juntos.
Y mientras pienso todo eso, tus brazos me rodean suavemente, envolviéndonos en un cálido abrazo. Quedándonos dormidos, transportándonos a ese lugar llamado paraíso.

sábado, 12 de octubre de 2013

Adiós

Si un día sale el sol, por favor, sal y disfruta. Cualquiera de estos días puede ser tu último. Disfruta de la vida antes de que sea tarde. Aprovecha. Porque un día puede que todo tu mundo se desmorone. Que te digan que nunca más volverás a verle. Disfruta con las personas a las que quieres. Salta. Brinca. Ríe. Grita lo feliz que eres, y no dejes que las lágrimas se adueñen de ti.
Un día llegará su hora, y tú no podrás evitarlo. Y entonces, y solo entonces, tendrás una verdadera razón para llorar. Para echarlo de menos, y hablarle en la oscuridad. Con los ojos cerrados, pero sin evitar que las lágrimas empapen tu rostro. Para contarle con pelos y señales todo lo que has hecho durante el día, y cuantas veces has pensado en él. Para que una sonrisa se dibuje en tu rostro cuando le hables del otro él. Ya no tendrás excusa para ocultarle nada. Porque él es parte de ti. Y conoce todos tus secretos. Y sabes que no se los revelará a nadie más. Porque no puede.
Tu corazón se encogerá y dilatará al mismo tiempo. Será una sensación frustrante. Y un día se te secaran las lágrimas entre tanto dolor. Entre tanto apoyo. Y continuaras haciendo tu vida y sonriendo. Pero eso sí, echándolo siempre de menos.
Y otro día, tocarás sus cenizas. Pasarán entre tus dedos. Sentirás su beso en tu mejilla, y volverás a llorar. Pero esta vez, sin convulsiones. Sin desesperaciones. Simplemente, con dolor y pesar. Verás como sus cenizas son mezcladas con la tierra de la montaña. Esa montaña que tanto amaba él. Y te acercarás lentamente. Y dejarás cuatro rosas, con todo el cariño del mundo, mientras los demás observan con lágrimas en los ojos. Pero con una sonrisa. Porque él estará donde siempre quiso. Y tú le dedicaras tu última mirada, deseando que el pueda sentirla.
Tú habrás perdido un padre. La carretera, la rueda de un camión, te arrebatarán a tu padre. Y tú, con tan solo dieciséis años, apoyarás a tu madre, a tu hermano. Y tendrás que consolar a los amigos de tu padre. Pero eso sí, ellos también te apoyarán, te ayudarán y te consolarán.
Daréis el último adiós todos juntos. Y lo recordaréis como la persona que os enseñó a disfrutar de la vida.
Viviréis para conseguir lo que él no pudo. Y lo conseguiréis. Y él estará orgulloso.
Una forma de decir adiós a un padre llamado Iñaki, fallecido a los 49 años de edad. Una forma de decir adiós a un padre que fue feliz disfrutando de la vida, de sus hijos, de su mujer, y de sus amigos. Una forma de decir adiós a un padre que lo fue todo para su hija.
Adiós aita. Te echaremos de menos.


sábado, 5 de octubre de 2013

Cosa de dos

Le pesan los ojos. Los cierra, y no quieren abrirse. La boca se le abre, y un profundo bostezo emerge. Siente como una agradable sensación se adueña de ella. Los ojos le lagrimean sutilmente, y se los frota con las manos. La música la apacigua, y sus ritmos rápidos y fuertes, hacen lo que nunca nadie habría imaginado: relajarla. Contribuir en su profundo sueño.
Ya no tiene fuerzas para abrir los ojos. Empieza a imaginarse cosas bonitas. Pétalos de rosas que caen lentamente. Plumas que acarician su piel, y que por primera vez no le hacen cosquillas. Ondulante agua bajo sus pies. Caricias en sus labios. Aromas dulces y frutales. Suaves brisas que susurran a sus oídos. Gratificantes balanceos. Interpretado silencio. Oscuridad salpicada por débiles rayos.
Y lo ve a él. Un chico más. A primera vista, nadie especial. Pero solo ella sabe quien es en realidad. Su alma gemela.
Nunca imaginó que acabaría diciendo esto, pero esa persona que tantos motes tiene para ella la tiene fascinada. Esa forma tan especial que tiene para llamarle mi cosita. Mi peque. Mi bonita. Es suya, pero él no es suyo. Él es de muchas chicas, de muchas chicas pasajeras. Pero ella siempre estará a su lado. Disfrutará de él, disfrutará con él. Y él seguirá llamándole esas cosas que tanto le gustan. Seguirá derritiendo ese bombón de licor barato que es ella. Seguirá vacilándole, deseando estar bajo las mismas sábanas que ella, susurrándole al oído lo mucho que la quiere. Lo importante que es para ella. Deseando que ella comprenda que aunque quiera a otras mujeres, ella es la más importante de todas. Que va contra su naturaleza ser de tan solo una mujer.
Pero él no sabe que ella ya sabe todo eso, y que lo acepta. De que ella no necesita nada más, que ya está satisfecha. Él la quiere, la escucha, la mima, le abraza, le besa, le sonríe, le chincha, le hace cosquillas. La contempla con esos ojos oscuros, tan impenetrables para las personas, excepto para ella. No necesita nada más, ella es feliz.
Y los dos ríen juntos, se miran a los ojos y sonríen, se reconfortan el uno al otro. Hablan durante horas sin cansarse. Se ruborizan cuando sus manos se juntan de imprevisto.Pero ninguno de los dos dice nada acerca de ello. No hace falta. Los dos saben que sin el otro, no son nada. Porque por algo son lo que se llama almas gemelas. Porque no encontrarían a nadie más que aceptase esa situación. Nadie más quien los quisiera tan incondicionalmente. Nadie más a quien querer tan incondicionalmente.
Ellos son dos. Y se quieren más de lo que piensan. Se aman.


Universo

No puedo más con esta sensación de inquietud. Con esa fascinación que tengo en el cuerpo. Pero sé que no tiene solución. Nuestro cuerpo, hecho de polvo de estrellas. Polvo de estrellas procedentes de intrigantes nebulosas. Los pelos de punta, con el corazón dando tumbos irregulares. El concepto del tiempo y la velocidad. De que todo está hecho de polvo de estrellas, de que todos somos iguales.
Peor aún así, no somos compatibles con cualquiera. Puede que la respuesta a esa extraña cuestión sea tan sencilla como hallar a ese o esos individuos idóneos, provenientes del polvo de la misma estrella que uno mismo.
Respirar el mismo aire brillante e impoluto, tan puro como el agua cristalina libre de perturbaciones, transparente y fresca. Y gracias a eso, despejarnos la mente e intentar encontrar la felicidad, ese bien tan ansiado por muchos. Pero, ¿qué es la felicidad? Cada uno respondería a eso de manera diferente, miles y miles de respuestas: el agradable abrazo de esa persona, la calma que nos invade al cerrar los ojos en un sitio tranquilo, el agua acariciando nuestra piel, correr y correr sin nunca para, soñar con los ojos abiertos, estar rodeado de la gente a la que quieres, beber un café con leche humeante...
Pero si nos fijamos atentamente, nos daremos cuenta de que son solo eso, momentos.
Porque... para que haya momentos felices, ¿no deben de haber momentos no tan felices?

viernes, 6 de septiembre de 2013

Suspiros

Todos nos enamoramos alguna que otra vez. Es difícil cerrarle las puertas al amor. Y es que cuando uno está enamorado, suspira muy a menudo. Un abrazo de esa persona es mucho mejor que cualquier beso. Te llena de amor de tal manera que se te corta la respiración y notas como tu mente es invadida por una dulce bruma como lo es el algodón de azúcar. Una cálida sensación se apodera de cada extremidad de tu cuerpo. Tus ojos se cierran inconscientemente para disfrutar del momento y notas como la otra persona acaricia tu piel, haciendo que agradables escalofríos surjan en ella.
Una vez hayas sentido todo esto, ya no hay vuelta atrás. Porque te has enamorado y una tonta sonrisa se resiste a toda costa a borrarse de tu cara.
Y lentamente buscas los labios de la otra persona para saborearlos como nunca antes.
A mitad del beso, la sonrisa tonta renace, contemplas los profundos ojos de la otra persona, bajas la mirada a su boca y la acaricias con tus propios labios. Mordisqueas el labio inferior como muestra de cariño, y suspiras en secreto.

Miedo

Sueños, fantasías, dudas, incomprensiones, objetivos. Objetivos que parecen ser inalcanzables, pero que, quién sabe, puede que estén a nuestro alcance.
Todas esas cosas pasean como si fuese lo más natural del mundo por mi cabeza, a diario. Hacen que me pare a pensar mientras clavo la mirada en un punto perdido, haciendo caso omiso de lo que me rodea, llegando incluso a ignorar a la persona que me está hablando, obligándome a cerrar los ojos, a hacerme falsas promesas que jamás llegaré a cumplir, decepcionándome a mí misma, a vivir mi vida en sueños.
Y es que me parece que aunque no esté mal soñar, hay que vivir los sueños. Decepción tras decepción, desilusión tras desilusión, he aprendido que una persona no madura cuando alcanza cierta edad, si no que lo hace cuando en su interior surge un cambio. Algo que hace que actuemos de distinta manera a como lo haríamos antes. Algo que nos transforma y nos hace ver a las personas con otros ojos. Aprendiendo a ser más objetivos, sin dejar la subjetividad de lado. Dándonos cuenta de que lo que en realidad debemos hacer es elegir el sueño más importante de todos, nuestro objetivo más deseado; uno entre un millón; para centrarnos en él, y así poder cumplirlo sin tener que preocuparnos por los demás. Pudiendo completarlo, aprendiendo que la felicidad no se encuentra en el exterior. Aprendiendo que cada uno de nosotros puede encontrarla en su interior.
Y a eso tengo miedo, a olvidar todo esto que he aprendido en estos dos últimos años. A olvidar lo que he comprendido en este corto fragmento de lo que espero que sea mi vida, porque con tan solo dieciséis años, puedo decir con total seguridad, que en estos dos últimos años, he madurado.
Y eso no significa que a veces no me comporte como una cría, porque hay veces que es lo necesario. Desconectar para darme cuenta de que las cosas más insignificantes son las que nos hacen felices, y que los recuerdos, ya sean buenos o malos, perdurarán para siempre.
Y mientras una fría lágrima se desliza por mi mejilla, sonrío decidida a vivir cada día como si fuese el último, teniendo siempre en cuenta el futuro y recordando con sonrisas el pasado.