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sábado, 20 de diciembre de 2014

Gold

Una sola palabra. Tu nombre. Pronunciada suavemente entre mis labios, deslizándose por mi lengua y aclamando tu mirada. Escuchar tu respiración y quedarme mirando un punto muerto de mi habitación. Preguntándome qué es eso que siento, eso que no siento. Lleno mis pulmones lentamente y sello mis ojos por un instante. Dejo que mi mano se haga cargo de la situación. Palabras que inundan la estancia, una tras otra:
"Fast comes the blessing of all that you dreamed
But then comes the curses
Of diamonds and rings
Only at first did it have its appeal
But now you can´t tell the false from the real."
¿Qué es falso? ¿Qué es real? ¿Quién de los dos es el rey Midas?
Mi corazón es de oro, juntos lo hemos tocado, juntos lo hemos transformado de tal manera.
"When everything, everything you touch turns to gold,gold
Everything, everything you touch turns to gold, gold
Gold, gold."
No es una capa lo que lo recubre, no es como uno de esos bombones crujientes y dorados, que en su blando y dulce interior esconden un pequeño tesoro. No, mi corazón es macizo. Duro e insensible. Frío y metálico. Pero reluce, emite destellos y emana sensaciones.
Todo lo que soñé, todos esos privilegios, rápido llegaron, y rápido también mis propias maldiciones. Todo mi imperio se ha tornado inestable. Tan lleno en un principio, con esa nota de desaprensión que me impedía alcanzar el mismísimo cielo. Tan decaído ahora.
Hago el esfuerzo de convertir el imperio en reino, a través de los humildes intentos, pero siguen estando bañados en oro. Eso que todo lo torna duro. Ayúdame. Ayúdame a encontrar el elixir que lo disuelva. Ayúdame a encontrar el elixir que me permita volver a sentir. Ayúdame a sentir como en un principio, por favor.

martes, 18 de noviembre de 2014

¿Ataraxia?

Volar con los brazos extendidos. Desplegar nuestras alas imaginarias para surcar los cielos. Saborear el aire y escuchar los susurros del viento. Contactar con las almas perdidas para poder transmitirles nuestro actual bienestar. Mostrarles muestra más amplia sonrisa y decirles sin palabras que estamos en un punto  muy cercano a la imperturbabilidad. Que solo nos falta su presencia para alcanzar el éxtasis vital. Y por muy imposible que sea, demostrarles que lo tenemos asumido, que muy a nuestro pesar hemos aprendido a vivir con ello y que nadie los reemplazará nunca jamás. Pero que aún así, hay nuevas personas en nuestras vidas que nos facilitan la supervivencia, que nos dan una razón para seguir siendo felices, como antaño; asegurándonos que mientras estemos con ellos nunca nos faltarán sonrisas. Y que no importan las costumbres perdidas, que se pueden adquirir nuevas, y mejores. Comenzando así una nueva etapa, en la que (por muy paradójico que resulte) el sol tome más presencia en este invierno tan sombrío, iluminando corazones, alumbrando carcajadas, bañando en oro lo más profundo de nuestro ser.
Por todo esto te quiero demostrar Aita, que aún siendo agnóstica, todas mis esperanzas que podrían haber llegado a ser plegarias, están actualmente convertidas en realidad. Y que esa conversión, esa evolución, ha ocurrido cuando menos me lo esperaba, que esa felicidad me ha invadido por sorpresa.
Pero que aún habiendo cedido, desprendiéndome de mi coraza exterior, me mantengo precavida, actuando con cautela, dejando así un atisbo de objetividad para tener la oportunidad de poder evitar la desolación en un posible futuro próximo.
Es por ello por lo que he comenzado a creer que tener esperanza sí que sirve para algo. Que creer... es poder.



viernes, 15 de agosto de 2014

Tu último respiro ♥

Son esos días en los que vana es la esperanza. Esos días grises, en los que las nubes se  ciernen sobre ti, apresándote, impidiéndote respirar libremente.
Miras arriba, al cielo, y de repente oyes silencio. No hay ruidos, todo está en calma. Tú y el extenso cielo nublado, nada más. Inclinas la cabeza, manteniendo la barbilla en alto.
Y así como si nada, tus pulsaciones suben. Sientes un abrazo proveniente de tus espaldas. Un abrazo de esos que te da la brisa. Te entregas totalmente a él, saboreas la sensación del aire acariciando cada centímetro de tu piel.
Escuchas al viento susurrar a tus oídos. Abres la boca con intención de decir algo, pero no brotan las palabras.
Te quedas con la mirada fija, allá a lo lejos, con la necesidad de volver a experimentar el verdadero placer que puede darte una simple caricia. Lo añoras tan intensamente que no tienes más remedio que inspirar profundamente para detener la melancolía.
Buscas dentro de tu corazón, pero solo encuentras un gran desazón que te impide alcanzar tu propia utopía. Y empiezas a sentirte observada. Entras en pánico, los oídos te pitan, todo da vueltas. Giras la cabeza a un lado y a otro, en busca de estabilidad. Pero el suelo se derrumba, y tú empiezas a caer lenta pero angustiosamente.
Buscas algo a lo que agarrarte, pero todo ha desaparecido. Está todo vacío, y comienzas a flotar... ¿Es esto la libertad?
No sientes presiones, la angustia desaparece poco a poco. Te liberas de todos tus temores, espiras tranquila. Te sientes levemente aturdida, pero... en calma.
Sientes que nada te apresa. Te liberas de todo el peso que oprimía tu estómago. Tu corazón apenas late. Poco a poco, dejas de parpadear. Sientes una paz que invade tu cuerpo, y lentamente, das tu último respiro.
Expiras en ese misterioso lugar en el que la libertad no estaba prohibida.

domingo, 30 de marzo de 2014

Ojos

Esta vez no vengo a hablar de amor. No vengo a hablar de melancolía. No. Esta vez vengo a hablar de ojos brillantes. Esos ojos tan especiales que brillan sin la necesidad del sol. Esos que cambian de color. Ni marrones ni verdes, pardos. Brillantes. Y grandes. Esos ojos que no son perfectos. El izquierdo con una manchita del iris desplazada, un punto de color en un vacío inmenso. El iris, perfectamente circular, amplio, con límite oscuro. Esos ojos que espero que sin decir nada transmitan mucho. Ojos que tengan lugar a miradas impronunciables, indescriptibles. Ojos con un pasado tristemente amargo, pero con un futuro esperanzador. Ojos llenos de brío, llenos de significado.
Y es que el iris de los ojos, esa combinación de colores, es tan único como las huellas dactilares. Reflejo del alma.

martes, 25 de febrero de 2014

Mil palabras

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. No es cierto. ¿Cómo si no podría yo expresar tanto con tan solo una imagen? Mi voz son las letras, las palabras. Esas que están impregnadas en sentimientos. Esas que hablan por sí solas.
Yo no puedo explicar tan plenamente mi angustia a través de una imagen. En cambio, con las palabras puedo describir cómo una vez sentí que el corazón se me oprimía fuertemente, encogiéndolo, apretándolo, vaciándolo, haciendo tanta fuerza como para mantenerlo parado, luchando contra sus pálpitos naturales. Puedo describir cómo mi interior sangraba cuando el alma me era desgarrada, fibra a fibra. Por primera vez comprendí lo que es el alma. Habría preferido no haberlo sabido jamás. Era un dolor bastante más fuerte que el del corazón. Quizás porque nunca antes lo experimenté. Quizás porque, simplemente, duele más. No lo sé. Lo único que sé es que cada vez que recuerdo el conjunto de esos dos dolores los ojos se me inyectan en sangre y dejo de ser persona. Noto sin sentir una lágrima deslizándose por mi mejilla, dejando una marca clara en mi maquillaje, salándome la cara, cayendo al suelo y dejando una imperceptible marca, evaporándose hasta llegar al cielo, esparciéndose gracias al viento, transportando partículas de sufrimiento a recónditos lugares del mundo, adhiriéndose a la piel de las personas, causando inquietantes escalofríos, compartiendo mi dolor con el entorno.
Y de repente, despierto. Miro al horizonte, me garantizo fuerza, fortaleza. Yo sola puedo. Yo puedo afrontar este doloroso hastío.
Aún así, doblo la hoja, me la guardo en el bolsillo y me lleno de fuerzas para sonreír ante el mundo, para tender la mano a aquellas personas que se lo han ganado, para susurrar al oído a esa persona que me llena de besos y me hace cosquillas prohibidas. Para mirarle fijamente a los ojos y pensar que por culpa suya me he acostumbrado a andar agarrada de la mano. Él me ha vuelto a enseñar a caminar, a llorar delante de la gente, a completar esta nueva yo.
Ahora dime, yo no he escrito mil palabras. Pero he transmitido mucho. ¿Podría una imagen transmitir tanto? ¿Aclarar todo eso? ¿Vale más una imagen que mil palabras, que menos de mil palabras?

miércoles, 29 de enero de 2014

Mientras haya viento.

Escribo y luego pienso. Escribo y luego suspiro. Escribo y luego sueño.
Sueño cosas extrañas. Sueño cosas bonitas. Sueño cosas desesperadamente bonitas. Sueño que vuelvo a oír tu voz, aunque me cueste reconocerla. Sueño que entre lágrimas y ojos rojos,y conversación en mano, evoco un estado que solamente una vez experimenté. Ya no todo es tan bonito. Corro y chillo. Grito tu nombre. Suplico tu vuelta. Pero ambos sabemos que esa vuelta es imposible. Esa vuelta antes de la ida. Porque tú estas al otro lado de la línea, casi en mi misma situación. Te veo como nunca antes te vi. Se me parte el corazón. No hay remedio para lo que va a pasar. No hay solución. Sabes que nunca volverás a vernos. Todo tu amor se derrama por tus ojos. Tus ganas, nuestras ganas de volver a vernos son fuertemente aplacadas por el destino. Mis desesperados "te quiero"s, uno detrás de otro, esos que me dejan sin respiración, esos que me abruman, y que son la ultima gota de esperanza, hacen que la sucia aceptación sea dudosa, por un instante. Luego, vuelve el sucumbimiento y la frustración.
Y entre sábanas, mis lágrimas reales mojan la almohada. Ha sido todo tan real. He vuelto a escuchar tu voz Aita. Te he vuelto a ver. Porque por mucho que te sienta a diario, es imposible verte. Cada vez que el viento corre te siento Aita.
 El pelo revolviendo mi cabello, eres tú. El viento acariciando mis brazos, eres tú. El viento susurrando a mi oído, eres tú. Te has ido, pero no del todo.
Mientras haya viento, estarás a mi lado. Mientras haya viento, seguiré sintiéndote. Mientras haya viento, seguirás hablándome. Mientras haya viento, habrá Aita.

sábado, 11 de enero de 2014

Te quiero Aita

Cada vez que los rayos de sol inundan mi vida con una sonrisa, una sonrisa de esas que son llenas de brillo y destellos, inclino la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Luego inspiro profundamente, intentando conocer con todo detalle mi entorno gracias a ese aire respirado.
Pero así como de repente, todo se torna. Los ojos se me humedecen y una pena inmensa se apodera de mí, encogiéndome el corazón, oprimiéndomelo hasta vaciarlo. Y es que es esa impotencia la que tanto me frustra. Que todo el mundo continúe con su rutina, camine por la calle con total normalidad, disfrute de estos días tan bonitos. Que incluso yo lo haga. Pero, lo que más me apena es que tú no puedas continuar haciéndolo, que no puedas continuar disfrutando de una vida imperfecta (lo cual la convierte perfecta). Porque, por muy egoísta que suene, yo te quiero a mi lado. Quiero tenerte al menos una vez más para poder decirte eso que nunca te dije en vida: Te quiero Aita.