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lunes, 15 de junio de 2015

Condena

A pesar de todo la salinidad de mis lágrimas habla por sí sola. No saber si los demás sienten y piensan de la misma manera, o si en realidad me alejo de lo común. Arraigar mi ideología cada vez más en el existencialismo. Privar mi vida de todo tipo de sinfonía. Privarla de todo tipo de color. Ni rojos, ni verdes, ni azules. Ni siquiera blanco o negro. Un vacío absoluto. Ser incapaz de derramar pensamientos a través del llanto. No sentir ni frío ni calor. Describir una situación en la que la nada se superponga a todo. Crear paradojas que se internen entre las suaves capas del vacío. Intentar despertar. Sentir que el tiempo se divide. Que todo fluye interrumpidamente. Observar el abismo que hay entre dos sucesos adyacentes. recordar el segundo anterior. Focalizar algo para encontrarnos ante una pantalla borrosa. Limitarnos a conocer lo que nuestros propios ojos ven. Sin poder imaginar qué es lo que continúa, o qué es lo que hay detrás. Saber que hay alguien a nuestro lado pero no percibir su presencia. Cerrar los ojos y desaparecer en la tenue brisa.
Una situación en la que no hay nada de fondo y en la que la sensación de flotar en agua destilada, insípida e incolora, me lleve a realizar cada uno de mis actos como si de una autómata me tratase. Vivir condenada no tener pasión, a no querer soñar. 

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